jueves, 28 de febrero de 2013

MALI Y EL NEOCOLONIALISMO

publicado a las 12:14 by contrafuegos

En diciembre de 2012, la Unión Europea recibió el Premio Nóbel de la Paz. Seguramente como recompensa a la invasión de Libia, la primera reserva de petróleo de África y la segunda de agua dulce del planeta. El saldo fueron 120.000 víctimas, la destrucción de la infraestructura y la imposición del credo islámico ante la pasividad de las “fuerzas europeas de pacificación”. Quizá el Premio Nóbel haya sido en agradecimiento a la intervención en Siria, financiando a grupos armados para desestabilizar el país, mediante la entrega de armas a milicias salafistas. O quizá fue una condecoración anticipada para el gobierno francés, que (con el apoyo de España, Italia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos) se ha lanzado a conquistar el norte de Mali. Aunque los grandes medios televisivos no difunden ni una sola imagen de los bombardeos sobre las ciudades de Gao, Konna y Kidal.

Cómo justificar una invasión

Amadou Tumani Touré, antiguo teniente coronel golpista aliado de Francia y Estados Unidos, era el presidente maliense desde 2002, tras ganar unas elecciones denunciadas por fraude. Touré alcanzó la reelección en 2007 y 2012, hasta que en marzo fue derrocado por los Boinas Verdes, cuerpo del ejército presidido por el capitán Amadou Haya Sanogo, entrenado por los marines estadounidenses en Texas. Los golpistas argumentaron que Touré no era capaz de enfrentar a los tuaregs (población nómada que vive en las zonas desérticas de la región y que quiere fundar ahí un Estado musulmán laico: el Azauad), que desde enero de 2012 habían tomado las armas y comenzaban a ganar terreno en el norte del país.
El Movimiento Nacional para la Liberación del Azauad tomó entonces el poder en casi todo el norte de Mali. Y un grupúsculo de islamistas tuareg, conocidos como Ansar Dine (que han sido financiados e instruidos por Estados Unidos, aunque la prensa internacional insista con sus vínculos con Al Qaeda), aprovechó la situación para imponer la Shari'a en varias localidades. Recientemente cobró notoriedad un nuevo grupo islamista del norte de Mali, el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental, tras adjudicarse un atentado suicida y amenazar con llevar a cabo más acciones de este tipo.
En ese contexto, Doincounda Traoré, jefe del Parlamento que asumió como mandatario de transición, solicitó a Francia su intervención. Y en pocos días ascendieron a 4.000 los soldados franceses en Mali, actuando con el respaldo de la OTAN y del Consejo de Seguridad de la ONU. François Hollande, el presidente francés, ha declarado: "Desplegaremos fuerzas por tierra y aire. Tenemos un objetivo: garantizar que cuando nos vayamos, cuando terminemos nuestra intervención, Mali sea seguro, tenga autoridades legítimas, un proceso electoral y que no haya más terroristas amenazando su territorio." 400 soldados de la Unión Europea reforzarán en breve al contingente francés.
Sin embargo, la invasión a Mali no contó con el respaldo de la población francesa hasta que el 16 de enero  se produjo en Argel un ataque contra la planta de gas de In Amenas, operada conjuntamente por argelinos, británicos y noruegos. El gobierno de Argel acusó a islamistas malíes de dirigir el ataque. Poco después se supo que el comando que dirigió el ataque estuvo formado por occidentales que hablaban en inglés (y no en francés o algún dialecto local, como lo hacen los malíes). Por otra parte, los atacantes tenían un plano detallado del complejo, así como armamento pesado y sofisticado. No parece una acción propia de un grupo nómada del desierto. Pero no importó…

Mali: uno de los estados más pobres del mundo

Mali es el séptimo país más extenso de África, con una superficie similar a la de España, Francia e Inglaterra juntos (siete veces el tamaño de Uruguay). La clave de su economía es la agricultura (el 80% de los trabajadores malienses son empleados en esa área), y el algodón es la cosecha más exportada, aunque los precios de este cultivo disminuyeron significativamente desde 2003.
En 2009, su población era de 13.000.000 de habitantes, con un crecimiento anual del 2,7%. La población es predominantemente rural (68% en 2002), y entre el 5% y 10% es nómada. Más del 90% de la población vive en el sur del país, especialmente en Bamako, la capital y la ciudad más grande del país, con más de un millón de habitantes.
En 2007, alrededor del 48% de los malienses tenía menos de 15 años, y sólo un 3% llegaba a 65 o más. La esperanza de vida al nacer es de 49,5 años. El país cuenta con una de las tasas de mortalidad infantil más altas del mundo: 106 muertes por cada 1.000 nacimientos. Son frecuentes la malaria y enfermedades infecciosas como el cólera y la tuberculosis. El 46% de los habitantes son analfabetos.
En síntesis, Mali es uno de los estados más pobres del mundo. Alrededor de la mitad de la población vive debajo del umbral de pobreza internacional, establecido en 1,25 dólares por día.

¿Por qué invadir Mali?

Cabe preguntarse, entonces, por qué Francia, con el apoyo de la Unión Europea y los Estados Unidos (Obama dispuso 50.000.000 de dólares de “asistencia militar” para “proteger a Malí de los terroristas y extremistas violentos”), ha intervenido en una situación tan compleja. ¿A cambio de qué? Es cierto que el pasado colonial entre Francia y el Sudán francés hace que exista un vínculo importante entre ambos. Pero esa razón dista largamente de ser suficiente.
También es cierto que Francia, el cuarto exportador de armas en el mundo, atraviesa una dura crisis económica, situación en la cual una guerra favorecería a los 165.000 franceses que trabajan en esa industria. Pero existen razones de mayor peso.
Una de ellas es que Mali posee reservas de oro (es el tercer productor de África), uranio (con un potencial superior a las cinco mil toneladas), diamantes, piedras preciosas, hierro, bauxita, roca calcárea, cobre, mármol, yeso, caolín, fosfato, plomo, zinc, litio, esquisto bituminosos, lignito, sal de roca, diatomita, petróleo y gas (Mali podría proveer a Europa a través del Sahara).
Resulta claro que uno de los objetivos de esta nueva guerra no es otro que despojar a Mali de sus recursos naturales, dejándolos en manos de corporaciones internacionales. Sin embargo, la depredación no lo es todo en este caso. Aunque el subsuelo de Mali es variado en riquezas, actualmente sólo explota oro, del que exporta cantidades poco importantes a Francia. Es cierto que existe un acuerdo entre la empresa francesa Areva (líder mundial en energía nuclear, que extrae uranio de Senegal y tiene previsto hacerlo en Níger) y la empresa canadiense Rockgat (que presentó un permiso para extraer uranio en Mali), pero el mismo aún no se ha materializado. Debemos considerar otra razón de peso para entender la invasión.

Estados Unidos versus China

Malí, “el Sudán francés”, fue gobernado, tras su independencia de la metrópoli en 1960, por el socialista Modibo Keita, quien estrechó lazos con la Unión Soviética en materia comercial, cultural y militar. El  golpe de Estado -organizado por el Pentágono- que derrocó a Keita en 1968, no impidió el avance del “socialismo africano” en Angola, Etiopía y Mozambique, que se movían al amparo soviético. El fin de la URSS y la caída de aquellos gobiernos, dejó el escenario libre a China y a los occidentales para ampliar su influencia en el continente.
Con la privatización de los recursos naturales de Mali, las multinacionales europeas y las empresas chinas se hicieron con sus minas y su petróleo (ubicados en la zona norte). El uranio maliense abastece el 38% de la necesidades de las 54 centrales nucleares francesas, mientras otro 50% se extrae de los países vecinos de Mali.
Los contratos que unas veinte empresas chinas han firmado con este país, consisten en donaciones, préstamos sin intereses para construir viviendas y escuelas, inversión en industrialización, agroindustria, educación, salud y comunicación, así como en el desarrollo de una red ferroviaria.
En el vecino Níger, China ha roto el monopolio francés sobre el uranio de Azelik, y trabaja en la extracción de petróleo y la modernización de las instalaciones petrolíferas del país. En Chad, cerca de la capital, Yamena, y junto a la mayor base militar de Francia en África Central (desde donde ataca a Mali), China construye un oleoducto, una refinería, y un aeropuerto. La misma política en Camerún y Mauritania.
Parece desprenderse que otro de los objetivos de esta guerra es acabar con la fuerte presencia china en África y su política basada en negocios que procuran beneficios mutuos, frente a la de EEUU y sus socios, que se limitan a implantar bases militares y entrenar soldados.
Cuando se invadió Libia en 2011, unas 70 empresas chinas fueron excluidas del mercado y sustituidas por
Alcatel-Lucent y Total. También en 2011, Sarkozy desplegó sus tropas en Costa de Marfil, país poseedor de petróleo, café y cacao, donde China ultimaba un acuerdo de inversión de 500 millones de dólares para la construcción de una central hidroeléctrica, con capacidad de exportar energía a los países vecinos.
En 2012, Estados Unidos y la Unión Europea abrieron embajadas en Sudán sobre inmensos campos petrolíferos y frente a minas de diamante y oro, abortando la oferta china de construir un mega-oleoducto que pasaba por Kenia y terminaba en el Océano Índico.
Se trata, pues, de una avanzada militar de Estados Unidos en el continente negro. El Pentágono confirmó a fines de 2012 el envío de grupos militares a más de 35 países africanos a partir de 2013, con el cometido de entrenar y equipar al Comando África de los EEUU (AFRICOM). El equipamiento incluye Predators, aviones de combate no tripulados.

Uruguay y el neocolonialismo

Evidentemente, ciertas características de los regímenes africanos afines a Estados Unidos y Europa (especialmente no reservar los recursos naturales a Occidente y no imponer la lógica estatal a la totalidad del territorio que se supone deben gobernar), está propiciando la vuelta al colonialismo directo, procurando un acceso duradero a los bienes y las rutas comerciales.
Y ahí es donde uno puede, a partir del distante caso de Mali, extraer valiosas conclusiones para nuestra realidad, en especial en lo que refiere al manejo de los recursos naturales (UPM, Montes del Plata, tercera papelera a construir en Cerro Largo o Durazno, puerto de aguas profundas en La Paloma, Aratirí y la megaminería a cielo abierto) y la relación existente entre el ejército uruguayo y sus pares estadounidenses (UNITAS, Congo, Haití, firma de un convenio de complementación entre los ministerios de defensa, Navy Seals entrenando a los Fusileros Navales, participación de militares uruguayos en ejercicios del Comando Sur, firma de un acuerdo de “cielos abiertos”, pacto para “identificar y analizar la aparición de grupos antisistémicos”).
Pensar que Uruguay puede mantener un “diálogo estratégico de cooperación” con Estados Unidos es propio de una inocencia de la que son incapaces quienes están en el gobierno. La relación existente es de dominación, y los gobernantes de turno son sus cómplices.

Julio Moreira
Profesor de Filosofía
Secretario de ADES - Montevideo


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